Crecí entre viejos, entre miedos y mentiras, con mendigos y viajeros sin sombra como única compañía. Me acordé de como inventaba compañeros invisibles y hablaba con ellos durante horas en las salas de estaciones, en los carromatos. Los adultos me miraban y sonreían. A sus ojos, una niña que hablaba sola era una visión adorable. Pero no lo es, Ben. No es adorable estar solo, ni de niño, ni de viejo. Durante años me he preguntado cómo eran los demás niños, si tenían las mismas pesadillas que yo. Quien diga que la infancia es la época más feliz de la vida es un mentiroso o un estúpido.
-Una cuestión superflua, querida Sheere. Reserva tus preguntas para los verdaderos interrogantes. […] Preguntas con sentido y estructura. Si no sabes expresarte, Sheere, no sabes pensar. Y si no sabes pensar, estás perdida.
- Entonces veo que ambos leemos los mismos libros. ¿Qué mejor principio para una amistad eterna?
- ¿Sabes cuál es el significado de la madurez, Ben? [...] Madurar no es más que el proceso de descubrir que todo lo que creías cuando eras joven es falso y que, a su vez, todo cuanto rechazabas creer en tu juventud resulta ser cierto.
- Hay dos cosas en la vida que no puedes elegir, Ben. La primera son tus enemigos. La segunda, la familia. A veces la diferencia entre unos y otros es difícil de apreciar, pero el tiempo te enseña que, al fin y al cabo, tus cartas siempre podrían haber sido peores. La vida es como la primera partida de ajedrez. Cuando empiezas a entender cómo se mueven las piezas, ya has perdido.