Reseña: Hacia los mares de la libertad, Sarah Lark
Título: Hacia los mares de la libertad
Autor: Sarah Lark
Editorial: Ediciones B
Páginas: 720
Saga: Trilogía Kauri #1
Irlanda, 1846. Kathleen y Michael se aman y planean en secreto abandonar su tierra natal, la humilde y hambrienta Irlanda, en busca de una vida mejor en el Nuevo Mundo. Pero todos sus sueños se ven truncados cuando Michael es condenado como rebelde y desterrado a Australia. Kathleen, embarazada, se verá obligada a casarse con un comerciante de ganado y emigrar con él a Nueva Zelanda. Entretanto, Michael, con la ayuda de la audaz Lizzie, intentará escapar de la colonia penal para reencontrarse con su primer amor.
La novela está divididas en partes según donde se encuentren los protagonistas y los años en los que sucede y, dentro de estas, en capítulos. Esta narrada en tercera persona siguiendo en cada capítulo a un personaje, los cuales se van alternando. Al leer la sipnosis ya te puedes hacer una idea, aunque resumida, de las primeras 100 páginas de la novela por lo que al leerlas en ocasiones pueden hacerse algo pesadas.
A partir de ahí, en la historia se produce una escalada y cada página es más emocionante que la anterior. A pesar de sus más de 700 páginas la lectura se hace amena y antes de que te des cuenta ya lo has terminado. Es entonces, cuando eres consciente de que tienes despedirte de la historia y empiezas a pasar más lentamente las páginas para retrasar el desenlace. Este, aunque es el final perfecto que se merece el libro y sus personajes principales, se hace -a medida que se acerca- demasiado previsible.
La historia que cuenta me ha conseguido enganchar totalmente, pero esto se debe más a todo lo que he aprendido con ella de Nueva Zelanda (como novela histórica que es) que por el viaje de cada uno de los personajes por las islas. Respecto a estos, se puede observar claramente como se produce un desarrollo de su personalidad a través de las páginas o los años. De tal manera, que cuando llega el final poco queda de esos que conocíamos al principio.
Lo que al principio era una historia de dos personajes principales se convierte en una historia en la que otros personajes también adquieren protagonismo y, en ciertos momentos, les llegan a eclipsar. Es digno de alabar, el para mi punto fuerte de la novela, la gran labor de documentación que hace la autora consiguiendo que nos teletrasportemos a la Nueva Zelanda del S.XIX.
A partir de ahí, en la historia se produce una escalada y cada página es más emocionante que la anterior. A pesar de sus más de 700 páginas la lectura se hace amena y antes de que te des cuenta ya lo has terminado. Es entonces, cuando eres consciente de que tienes despedirte de la historia y empiezas a pasar más lentamente las páginas para retrasar el desenlace. Este, aunque es el final perfecto que se merece el libro y sus personajes principales, se hace -a medida que se acerca- demasiado previsible.
La historia que cuenta me ha conseguido enganchar totalmente, pero esto se debe más a todo lo que he aprendido con ella de Nueva Zelanda (como novela histórica que es) que por el viaje de cada uno de los personajes por las islas. Respecto a estos, se puede observar claramente como se produce un desarrollo de su personalidad a través de las páginas o los años. De tal manera, que cuando llega el final poco queda de esos que conocíamos al principio.
Lo que al principio era una historia de dos personajes principales se convierte en una historia en la que otros personajes también adquieren protagonismo y, en ciertos momentos, les llegan a eclipsar. Es digno de alabar, el para mi punto fuerte de la novela, la gran labor de documentación que hace la autora consiguiendo que nos teletrasportemos a la Nueva Zelanda del S.XIX.